jueves, 16 de octubre de 2014

El catastro de Ensenada. II. La ganadería y la apicultura


Continuando con el catastro de Ensenada, toca hablar de la ganadería y la apicultura, después de haber tratado en una entrada anterior con la agricultura a mediados del s. XVIII[1].

Aunque el volumen de negocio que movía la ganadería en el siglo XVIII, en Garcinarro, era menor que el de la agricultura, el ganado (sobre todo el lanar) era un símbolo de riqueza. Los mayores ganaderos eran las personas más influyentes que poseían las mayores haciendas y solían ocupar los puestos más destacados del Concejo[2].   

En el interrogatorio del catastro de Ensenada se declararon un total 2.442 cabezas de ganado ovino y 890 de caprino que suman 3.332 cabezas[3]. Una cifra elevada si lo comparamos con las 2000-2500 cabezas que había en los años 70' o las 400-500 cabezas que puede haber hoy en día. Sin embargo, sólo había 9 pastores[2]. Eso es un promedio de 370 cabezas de ganado por pastor; lo que indica que eran pocos los ganaderos y grandes sus rebaños. Además del ganado lanar y caprino, había en el pueblo 50 cerdos que se criaban para consumo propio. También había 53 pares de mulas, 50 de jumentos, 5 pares de bueyes y un par de yeguas (Fig. 1), todos ellos usados para el cultivo y tráfico de la labor y de leña. 

El examen de la distribución por edades y sexos en el ganado lanar (Fig. 2a) nos da una idea de los fines de la producción de éste. El porcentaje de carneros (machos adultos[4]) era del 38% de los animales sexualmente maduros; es decir, había sólo 1,6 hembras adultas (incluyendo primalas: hembras en su primer parto[4]por cada macho, cuando uno solo de ellos podía llegar a cubrir cerca 50 ovejas. Esta alta proporción de machos era porque el objetivo de los ganaderos de ganado ovino era la producción de lana o carne. En promedio, un carnero producía 1,4 veces más lana que una oveja. Sin embargo, en el ganado caprino (que no produce lana) la distribución de sexos es bastante diferente a la del ganado ovino y los machos cabríos sólo representan el 8.9% (Fig 2b), eso es 10,3 cabras adultas por cada macho. 

Comparando la relación entre hembras de un parto (primalas) y otras de más de un parto (ovejas o cabras), la relación es de 1:4 en el ganado ovino, que es la relación esperada en unas condiciones naturales o de poco manejo, donde una hembra llega a tener a lo largo de su vida unos 5 partos en promedio. Sin embargo, en el ganado caprino, la relación entre primalas y cabras es de 9:1. Estas diferencias pueden ser por el diferente papel que desempeñaban las hembras en una y otra especie. El papel de las ovejas era producir corderos, como sucede en la naturaleza, y su ciclo vital es bastante natural en ese aspecto. En el caso del ganado caprino, las hembras parecían destinadas a producir leche. Si el periodo de ordeño se prolonga mucho, el número de partos que llega a tener una cabra va a ser menor que en circunstancias naturales, y de ahí una mayor proporción de primalas en relación a cabras. Aún así, la proporción de primalas parece demasiado alta y podría haber otros factores que la expliquen.

Volviendo al ganado ovino, para producir una arroba de lana se necesitaban 10 ovejas o los mismos borregos/as, o siete primalas o siete carneros. Los corderos (imagino que los más grandes) también eran esquilados para la producción de lana y estimaban que eran necesarios 25 corderos para producir una arroba de 'añinos' (lana de cordero). Por tanto, anualmente se producían algo más de 265 arrobas de lana que, al precio declarado de 22 reales por arroba (descontado el diezmo), suponía un importe total de 5.838,36 reales (Tabla 1). 


A pesar de que el negocio de la lana parece condicionar la proporción de sexos en el ganado lanar, la carne de ovino reporta anualmente 15.505 rs., es decir 2,6 veces más ingresos que la lana. En el interrogatorio, los vecinos  hablan de "la práctica regular de sacarse un año con otro la quinta parte de las ovejas ya por viejas machorras"[3]; eso supondría sacrificar unas 170 ovejas, teniendo en cuenta las 853 que integran la cabaña. Sin embargo, declaran el sacrificio anual de 70 ovejas, en promedio, que dándoles un beneficio 11 rs. por cada animal, sumaría un total de 770 rs al año. La mayor parte de la carne la aportaban los carneros, que mataban unos 421 al año. Cada carnero se valoraba en 35 rs., lo que sumaba 14.735 rs. Animales de menor edad como primalas, borregas/as y corderos/as, probablemente se mataban muy pocos por "ser necesarias su existencia para contemplar sucesivamente la deducción de los carneros y ovejas [...] de saca en cada año"[3] y, por tanto, no se consideró beneficio alguno por su carne. Como vemos, las edades de sacrifico de estos animales ha variado enormemente en España, donde hoy en día, la carne de ovino que se consume es casi exclusivamente de corderos. Este cambio en el consumo ha podio darse al ir perdiendo valor la lana, que ha hecho que los carneros hayan dejado de ser interesantes para el ganadero. 

En cuanto al ganado caprino, se mataban o vendían 441 cabras entre primalas y machos cabríos, que a razón de 35 rs. por animal, les producían unos 15.435 rs. al año. Además se estima en cinco mil reales el importe de cincuenta cerdos que matan anualmente sus vecinos para su consumo. También se estima que cada año se sacrifican unas cuatro caballerías mayores por viejas y desechadas del ejercicio de la labor apreciadas en doscientos reales cada una, lo que les supone una utilidad de 800 rs (Tabla 2).


Es curiosos que en el interrogatorio no se hace ninguna mención a la producción de leche, queso, aves o huevos. Es posible que no se tuviera en cuenta porque su producción fuera destinado al consumo propio; aunque también el cerdo se consumía dentro de la familia y, sin embargo, se consideró su producción y se estimaron los beneficios que reportaba.

Con respecto a la apicultura, había 152 colmenas que pertenecían a Cristobal Román, Juan Barranquero, Joseph López y María Cavezo. En promedio, a cada colmena se le sacaban anualmente dos libras de miel (920 gr.; 12,16 arrobas en el total de las 152 colmenas) y cuatro onzas (115 gr; 38 libras en total) de cera, que valían a 22 rs. la arroba de miel y a 8 rs la libra de cera. Así que, deducido el diezmo, les quedaba una utilidad de 514 rs.


Referencias
[2] Vicente Legazpi, M.L. 1997. La ganadería de la provincia de Cuenca en el siglo XVIII. Tesis doctoral, Universidad Autónoma de Madrid.

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