martes, 26 de agosto de 2014

El día de La Cava


Sé que esta crónica va con algún retraso; pero las fiestas del pueblo me han causado una especie de jet lag que ha afectado seriamente a mi ritmo circadiano y a mi incomprensión de la realidad y del tiempo, aún más de lo habitual. Medianamente recuperado –creo yo– me gustaría contar que uno de los acontecimientos más notables que ha tenido lugar recientemente en nuestro pueblo ha sido la excavación de La Cava. La presentación al público de este yacimiento tuvo lugar el sábado 9 de agosto por el arqueólogo que dirigió el proyecto, Miguel Ángel Valero Tévar. En mi opinión, se puede considerar un evento sin precedentes desde la visita de Don Paco; no solo por la presencia de autoridades como el presidente de la diputación de Cuenca, el diputado de cultura, el alcalde y sus concejales o el cura; también por la afluencia masiva de gente entusiasta que desbordamos las previsiones de los organizadores y abocamos al hermanamiento de la iglesia y la arqueología, lo mismo que al de la política y el espectáculo. Faltaron las papartas prometidas, pero sobró chocolate, y hasta se pudo hartar uno de vino si es que quiso beber en alguna de las seis cuevas-bodega que se pudieron visitar al final de la mañana ¡Qué más se puede pedir!

Sabíamos que en aquel cerro, sobre la Cueva de la Mora, había una especie de habitáculos retallados en las rocas y parcialmente ocultos por la tierra y el tiempo. Gracias al trabajo de  Miguel Ángel Valero y su equipo y a los dineros del ayuntamiento y otras entidades (unos 49.000 euros si no me equivoco) se ha procedido a la excavación arqueológica de los mismos, poniendo atención a la estratigrafía con objeto de conocer la edad relativa de las piezas que allí se encontraban. También se ha usado el método del carbono 14 para datar alguno de los restos orgánicos hallados; lo cual ha resultado primordial para determinar la importancia de estos edificios,  que parecen tener  unos 2400-2500 años. Más allá de ese dato objetivo, el arqueólogo nos explicó sobre el mismo yacimiento que ese cerro ya fue ocupado en la edad del bronce, hace unos 4000-5000 años, por una población de unas 50 personas. Se trataba de un poblado con tiendas de campaña, estructuras habitacionales de una sola estancia y con un elemento que servía de muralla a su alrededor. Este poblado desapareció durante unos 2400-2500 años hasta los años 550-400 a.c., que lo ocuparon los íberos. La sociedad íbera de esta época ya tenía una organización más compleja en la que había pequeños reinos con un régulo en cada una de las ciudades principales. Éste gobernaba un territorio donde se encontraban poblaciones más pequeñas que la capital, de diferente tamaño. El poblado de la Cava era un poblado de tamaño intermedio, con una extensión de unas 5-6 ha. Sobre el poblado de la edad de bronce se construyó la acrópolis retallada en la roca en época íbera que ahora tenemos la oportunidad de ver. Ésta sería la parte fortificada del poblado, donde vivía el personaje principal, donde estaba el elemento religioso y lo que podemos llamar el edificio noble. Tenía una pequeña cerca y una muralla que lo separaba del resto de la población. La acrópolis consistía en tres estancias unidas por un pasillo también tallado en la roca con un parapeto en la parte de poniente que separaba del precipicio de unos 20 metros que hay a ese lado. Según el arqueólogo, la novedad de este yacimiento es que es el primero de época ibérica en el que aparece este tipo de edificio retallado en rocas. Nos contó muchas más cosas que espero pueda detallar en otra entrada de este blog.

El profesor Miguel Ángel Valero, además de arqueólogo, demostró ser un magnifico divulgador que consiguió enganchar a la gente y a los políticos a golpe de hipótesis arqueológica, historiografía y bromas de zumba y ópera. En medio de tanta excitación popular, Don Mario no pudo resistirse a ofrecer su iglesia para acoger la conferencia que el profesor daría después de la excursión al yacimiento. Sin duda es de agradecer y también –reconozcámoslo– algo extraordinario: ¡La iglesia católica al lado de la ciencia! Un hito histórico más para este día, pensé.  Bien es verdad que no es lo mismo bendecir a la arqueología, que se pirra por ver templos y ritos religiosos en cada elemento rupestre, en cada resto de fuego o almacén de alimentos con el pretexto de que otros lo interpretaron así antes que ellos, que otras ramas del saber humano que se empeñan en contradecir sistemáticamente a Roma.

Enardecidos ya todos y al amparo de la sombra monumental de nuestra iglesia, el diputado de cultura, en nombre del presidente de la diputación, prometió echar una capa de asfalto al camino que conduce al yacimiento, para facilitar la llegada de turistas. No sé qué pensarán ustedes; pero digo yo: ¿no sería mejor hacer un camino peatonal con pavimento de zahorra bien apisonada, árboles de sombra a los lados y bancos para sentarse cada pocos metros? Vendría bien a los Garcinarreros para pasear, quemar colesterol y triglicéridos sin machacar la columna o los pies; al tiempo que a los turistas les permitiría salir del coche, estirar las piernas y frenar el estresante ímpetu de coleccionar visitas a monumentos sin perder el tiempo. El asfalto que lo dejen para arreglar el camino del cementerio y, así, no tener que subir invadiendo la carretera cada vez que hay un entierro. 

El yacimiento de la Cava es para sentirse orgulloso; pero no debemos olvidar que ésto es un pueblo y no un parque temático.

Ejemplo de "Ruta del Colesterol" en Fuente el Fresno (CR) en 2005. Hoy
en día, los chopos que rodean el camino han formado una bóveda que da
 sombra a cualquier hora del día en todo el recorrido de unos 2 km de paseo.

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo. No es necesario el asfaltado del camino, con que tenga un buen firme, se planten árboles y se cuide es suficiente. Buen trabajo JMA.

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