miércoles, 5 de junio de 2013

Del pilón al Guai-Fai


Estando en la era de las comunicaciones, el ayuntamiento de Garcinarro no podía quedarse atrás y ya, desde hace unos años, cuenta con un sistema de comunicación entre aparatos electrónicos por vía inalámbrica, llamado guaifai (WiFi). Este sistema de conexión inalámbrica permite conectarse gratuitamente con el mundo mundial a cualquier usuario que se halle en el entorno del ayuntamiento y disponga de ordenador, teléfono móvil o cualquier otro dispositivo apropiado. La red guaifai puede usarse incluso desde los soportales del consistorio, donde además hay una cabina telefónica de uso público (aunque no gratuita) y, desde hace algún año, cobertura telefónica móvil para todos los operadores. Todo esto ha hecho que los soportales lleguen a ser el centro neurálgico de las comunicaciones de nuestro pueblo.

Hasta hace poco, venir al pueblo suponía quedarse, sin correo electrónico, sin facebook, sin tuenti, sin twitter, sin skype, sin nada. Para colmo, si esperabas una llamada o querías hacerla desde tu móvil, tenías que irte al calvario, al cementerio, al mirador o a cualquier sitio fuera del lugar para pillar línea. Ahora esto ha cambiado. Puedes venirte tranquilamente de vacaciones o pasar el fin de semana sabiendo que estás en contacto con el mundo entero y gratis. Tu jefe/a te puede localizar para decirte que tienes que ir urgentemente a hacer una suplencia inesperada; tu novio/a te puede dar bote sin tener que esperar al lunes o a septiembre; incluso si te la pega con alguien puedes ver sus fotos al instante colgadas en alguna red social y comentarla de inmediato (¡Hijo/a de puto/a!), sin tener que esperar a echártelo/a a la cara. La verdad es que esto de las comunicaciones y especialmente el guaifai es el copón. Así que demos las gracias al ayuntamiento por proveernos con todos estos adelantos; pues desde la entrada de España en el Mercado Común Europeo, la política agrícola y ganadera habían incidido de forma colateral y nefasta sobre el tema de la comunicación en este pueblo. Permitidme que me explique.

No hace tanto tiempo, Garcinarro contaba con dos pilones o pilares, tan importantes que uno estaba en medio de la plaza y el otro daba nombre a una parte del pueblo: "El Pilar" y "La Cuesta del Pilar". Todavía usamos esos nombres, aunque ya sólo quedan unas fuentes que para nada recuerdan lo que allí hubo. En torno a los pilares giraba buena parte de la vida cotidiana del pueblo. Por la mañana, con las primeras luces del día o ya al caer la tarde, eran lugar de reunión de hombres y animales, que mientras los unos bebían agua, los otros llenaban sus cubas (las cantimploras de hace años, fabricadas como un pequeño tonel) y aprovechaban para echar una parrafailla (algo así como mandar unos tuits). Estos abrevaderos eran como centros culturales de intercambio de información, de impresiones, de chascarrillos y hasta de cotilleos (como el guaifai de ahora, al fin y al cabo).  La tahona de Emilio hacía  un papel similar entre las mujeres. Como, además, ellas pasaban más tiempo allí, no sólo les daba para recibir y difundir noticias, también para fabricarlas con o sin fundamento de veracidad. Las mujeres iban un paso por delante de los hombres en esto de la comunicación; mientras que los hombres eran más de conversar sobre borrascas y anticiclones o sobre primalas y machorras. Ellos generalmente no adquirían esa habilidad de comunicación hasta su jubilación, que se volvían oliscones.

El pilar de abajo tenía otra cosa buena que entonces ignorábamos. Como allí coincidían diferentes atajos de ganado y siempre había algún descuido de pastores y rochanos, los murecos aprovechaban el momento para 'socializarse' con alguna oveja del otro rebaño; y eso, quieras o no, provocaba competencia espermática, trasferencia génica y se conseguía variabilidad y mejora genética de la cabaña lanar así, sin pretenderlo y sin entender ni jota de biotecnología.  Hacer ésto ahora a través del guafai sería mucho más engorroso. Habría que buscar en los foros adecuados o poner un anuncio en internet que inmediatamente sería calificado de contenido sexual no apto para menores. Luego, traer a un semental al pueblo no iba a ser gratis; que ya Basilio Marcos cobraba 500 pesetas de las de hace 30 años por dejar que su borrico montara a cualquier hembra equina. Imaginaros ahora con el euro y el precio de los portes, lo que se habrá encarecido el tema; y todo eso, contando con que no nos topemos con alguna directiva de la Unión Europea que ponga trabas al transporte o lo califique de explotación sexual de los animales.

Un pilar servía, además, para resolver muchos otros problemas corrientes, desde disuadir a falsos pretendientes de nuestras mozas, hasta refrescar los ánimos de algún forastero airado o con una mala chispa. Por eso, cuando venía un forastero (fuera novio o no de alguna chica del pueblo) y veía no uno, sino dos pilones (porque, además, desde uno se veía el otro), se pensaba dos veces las cosas y nunca solían causar problemas.

Por otro lado, los pilares de agua también servían, paradójicamente, para encender –más que apagar– el fuego de un amor de verano o de toda una vida; que se empezaba por lo general, él a ella, calándole ligeramente la blusa, puede que también las bragas, y la cosa acababa mojada y bendecida. Bueno, para aquellos tiempos de pilares, lo primero era lo primero, y la bendición solía ir antes de la mojada; si bien el resultado era el mismo, independientemente del orden.

Algunas de estas cosas, por supuesto, también se pueden hacer con el guaifai, así que no voy a quitarle mérito; pero no siempre el guaifai ha estado a la altura del pilón. Desde que nos quitaron los pilones y nos pusieron la guayfai, aquí ningún novio forastero ha pagado ni una sola patente a pesar de tener las chicas más guapas de estos contornos. Por un respeto hacia ellas, va siendo hora de meter a esos novios roñosos en vereda. Y si para ello hay que hacer un pilón, ¡hagámoslo!

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