sábado, 25 de mayo de 2013

La vida en Mohorte

A Mohorte hay que ir en cualquier época del año; si es en primavera mejor, para sentir su banda sonora, la plenitud de la vida que por allí retoña y los rastros de la existencia de quienes moraron en aquel lugar. La mal llamada tierra de Mohorte, está regada por el agua de la vida de la inagotable Fuente del Piojo, que no ha dejado de manar ni en los años más secos. Los ennegrecidos suelos que encabezan el valle dan testimonio de una laguna que allí se formaba y seguramente perduraría durante todo el año.  Luego las regueras de drenaje, probablemente abiertas en los dos últimos siglos, han impedido la formación de esa charca para aprovecharse de las tierras y cultivarlas, dejando apenas unos juncos en sus estrechos márgenes. No obstante, las areniscas han servido de parapeto frente a esta agricultura, y las aguas no han cesado de discurrir arroyo abajo hacia el río Jabalera, dando lugar a frescos herbazales en sus riberas, a olmos que fueron grandes y espesos hasta la llegada de la grafiosis en los años 1980, a zarzas que aún protegen a los limos de la invasión del monótono carrizo y a las aves de la mirada indiscreta de los visitantes.


Golondrina recogiendo material para su nido y rana común cantando en la charca de la Fuente del Pijo

Cuando llegas en primavera te toparás lo primero con el croar de las ranas al sol, inflando sus tímpanos en medio de un pequeño claro en el charco, ribeteado de berros en flor, golondrinas que interrumpen sus cantos y se apresuran a amasar barro y paja en sus picos, en medio del reclamo de alguna oropéndola y de algún cuco; mientras otros pequeños 'duendecillos', van y vienen entre las ramas o se escabullen entre la hierba y la hojarasca.
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Entre los garcinarreros, Mohorte ha sido un lugar para dar cuenta de meriendas de verano, de vaquillas de fiestas, de siestas a la sombra de sus árboles y testigo de retozares al verdor de sus prados.  Hasta los años 1940 hubo gente viviendo en Mohorte. Seis personas según el censo de ese año; pero hubo muchas más desde tiempos inmemoriales que no acertamos a desvelar. Hay quien ha nacido y ha muerto, en Mohorte, al amparo de la Fuente del Piojo. Así es normal que allí haya restos de muertos (si es que queda alguno) y tumbas.

Durante algún tiempo, a la gente de Mohorte le dio por tallar las sepulturas en las rocas, sin tener en cuenta que los restos de sus muertos durarían poco (pronto serían profanados); pero la huella de sus tumbas perdurarían durante siglos y milenios. Precisamente por esas tumbas y por su nombre, Mohorte ha sido recientemente tan reconocido como hedido por los efluvios del esoterismo de libros y televisión, que jactándose de rigor no reparan en manipular datos y topónimos para crear un ambiente propicio a esta clase de misterios. A este respecto, debemos aclarar que la Sierra de los Degollados –también llamada Sierra de San Sebastián– no está en Mohorte, sino que forma parte de lo que los geólogos llaman la alineación de Altomira (la Sierra para nosotros). También, decir que si hay piedras con cabeza de serpiente (supuestamente adoradas por celtíberos) también hay otras con cabeza  de conejo, de tortuga, de cara de mujer, etc.; que aquí piedras hay muchas y tan sólo se necesita mirar con imaginación. 


Roca próxima a Morhorte. ¿Qué ves en ella?

Al entrar a Mohorte no se ve la cruz patada de los enigmáticos templarios, sino una cruz tallada sin demasiado ímpetu y ya a medio borrar, más alta (26 cm) que ancha (18cm), con el eje horizontal cruzado con el vertical a un 1/3 de su parte superior y con una base más amplia (>10 cm) que la de las otras tres terminaciones (4 cm). Una cruz sin demasiado misterio, si tenemos en cuenta que estos terrenos fueron propiedad de órdenes religiosas establecidas en Huete hasta mediados del Siglo XIX y entonces pasaron a manos privadas con las desamortizaciones de Mendizabal y Madoz.

Si vemos más allá de lo esotérico, Mohorte ha sido fundamentalmente un poblado a lo largo de dos milenios. Entre los restos más llamativos destacan al menos tres molinos de aceituna o uva esculpidos en la piedra, que constan de una tolva (aprox. 160 x 80 cm) para moler el fruto. Por debajo, un depósito de decantación  que recoge el aceite o el mosto que caería desde la tolva por un estrecho canal.

Uno de los molinos oleicos que existen en Mohorte

A las afueras del poblado, se encuentran unos silos tallados en el interior de la roca. Probablemente servían para almacenar grano u otras provisiones. La parte interna tiene forma esférica y está coronada con una abertura rectangular (aprox. 90 x 45cm), con un borde rebajado para ajustar una tapa. El diámetro interno del silo es más grande que la  boca superior. Algunos de ellos están alineados y no parecen asociarse a una determinada vivienda, lo que significaría que pudieron ser silos de uso comunal.

Silo

Además existen una especie de pozos cilíndricos también excavados en la roca. Su diámetro es de más de un metro, en algunos casos, y la profundidad puede ser mayor que el diámetro; si bien, actualmente, la mayoría de ellos están cubiertos de vegetación y piedras. Se desconoce el uso de estos pozos, que no servían para extraer agua, ni probablemente para almacenarla. 


Pozo

Hay viviendas de diferentes tipos y probablemente de diferentes épocas. Entre lo más destacable, hay dos cuevas en la ladera Este, excavadas en las rocas, con arcos de entrada de diferente forma. Estas cuevas debieron quedar sepultadas por la tierra y desenterradas en épocas recientes para uso de pastores. Aún deben de quedar algunas más soterradas, pues se observan al aire la parte superior de las fachadas esculpidas. Cerca de ellas se encuentra una vivienda de planta rectangular tallada en la roca sin techo, que bien lo pudo tener de carrizo o algún otro material vegetal. Conserva el cajeado donde iría el travesaño de la puerta. También existen otras bases rectangulares talladas en la roca, con escasa profundidad, que pudieron servir de suelo impermeable a viviendas con muros de piedras. En algún caso, se observa un hueco a mitad de la base, donde se habría podido anclar algún palo u otra clase de soporte vertical. Además, en esa ladera se encuentran restos de algunos cimientos o muros de piedra, restos de tejas de diferentes formas, muchas de ellas planas (como las utilizadas por los romanos) y con muy diferente grosor. 

Una de las cuevas de Mohorte. A la izquierda se aprecia una estructura similar a la fachada de la cueva

Dentro del vallejo del arroyo de la Fuente del Piojo hay otra cueva, que ha sido reutilizada en tiempos recientes y contiene tabiques de yeso y piedra, una ventana y una chimenea. En la fachada hay una especie de canalón esculpido en la roca que evita que el agua de lluvia escurra sobre la puerta de entrada.  Además, en el mismo vallejo, persisten los cimientos y la chimenea de otra vivienda también reciente.

El núcleo principal del poblado ocupa unas 4 hectáreas al sur de la Fuente del Piojo, si bien hay otros signos de ocupación menos llamativos que se extienden por el norte hasta la Poza de Santiago (frente a la ermita). Además de los restos de construcciones humanas, el poblado sigue teniendo su huella en la vegetación; a pesar del tiempo pasado desde su despoblamiento, el romero, los tomillos y otras plantas leñosas que abundan fuera del poblado, han cedido aquí su espacio en favor de plantas herbáceas.

Ejemplo de tumba doble en Mohorte.
Como decíamos arriba, Mohorte también tiene tumbas. La mayor parte de ellas están alrededor del poblado, reunidas en varios núcleos. Entre éstas, las hay de tamaño infantil y adulto; dobles y sencillas; rectangulares o redondeadas en su extremo, con márgenes rebajados para acoplar una losa o sin éstos. Generalmente presentan orientación Este-Oeste (que según los arqueólogos corresponden a enterramientos cristianos), pero también las hay con orientación Norte-Sur (que correspondería a enterramientos islámicos). Este tipo de tumbas excavadas en roca se encuentran ampliamente extendidas en la Península Ibérica, a excepción de zonas de la cornisa cantábrica. Comparado con otros yacimientos,  el número de tumbas que se concentran en Mohorte es elevado; hay cerca de un centenar. Salvo excepciones, las tumbas excavadas en roca han sido exhumadas (no sólo las de Mohorte, también las de otros enclaves) y carecen  de restos humanos, de ajuares y de cualquier otro resto que permita la contextualización arqueológica, lo que limita una precisa datación. Los arqueólogos sitúan este tipo de tumbas en la alta Edad Media (siglos VI-XI) sobre la base de criterios historiográficos, relacionados con las costumbres de enterramiento de los cristianos. Claro que eso no excluye que hubiera pobladores en Mohorte desde mucho antes. 

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