lunes, 8 de julio de 2013

La carta de unos garcinarreros

En Garcinarro normalmente nos ha interesado más el repaso de la información local que los temas políticos de ámbito nacional o mundial. Nos ha parecido más interesante hablar de los zapatos de la Menganita, de los vestidos de la Fulanita, de los pelos de Perenganito, de las herencias del Zutanito, de los novios y novias, de las rupturas de parejas, que de los debates de la nación o los discursos navideños del rey.

A pesar de ello, somos conscientes de que Garcinarro ha sido un referente en la política de este país. Desde la visita de Alfonso VIII en el siglo XII,[1] hasta la reunión de ediles socialistas conquenses que tuvo lugar en nuestro pueblo hace un par de meses,[2] se han sucedido innumerables acontecimientos con una cierta repercusión que va más allá de las fronteras de nuestro término municipal.

En mayo de 1932 comenzó a debatirse en las cortes el proyecto del estatuto de Cataluña. Los periódicos de Madrid y Barcelona de la época daban cuenta de la crónica parlamentaria,  haciéndose eco de los discursos más relevantes de diputados como Alejandro Lerroux, José Ortega y Gasset, Miguel Maura, Melquiades Álvarez o el presidente del gobierno, Manuel Azaña, entre otros.[3-5] La prensa extranjera, como Kölnische Zeitung, también recogía las opiniones de intelectuales como Miguel de Unamuno[6, 7] (diputado en aquella legislatura), muy crítico con el estatuto, con el bilingüismo, con Azaña  y con los pactistas de San Sebastián (en referencia al pacto del 18 de agosto de 1930[8]). Agrupaciones políticas extraparlamentarias, como el Comité de la Juventud Socialista de Barcelona trataba de influir en las decisiones gubernamentales, enviando telegramas a ministros y parlamentarios para que el Estado mantuviera la enseñanza en castellano en todos los grados, sin perjuicio de que la Generalitat organizara la suya.[9]

En medio de este debate no podía faltar la opinión de unos garcinarreros que fue recogida en la página 17 de la edición matutina del ABC del día 3 de junio de 1932.[9] La carta decía así:

A. B. C. VIERNES 3 DE JUNIO DE 1932. EDICION DE LA MAÑANA. PAG. 17

Los vecinos de Garcinarro (Cuenca)
         Avalado por numerosas firmas, hemos recibido el siguiente escrito:
         "Como españoles, e interpretando fielmente el ideal patriótico de los vecinos de este pueblo, protestamos enérgicamente contra ese Estado catalán que el Parlamento español concederá  de hecho  a  la región  más favorecida y más mimada de  España, que es Cataluña. Igualmente protestamos contra este último gesto de ingratitud y de proverbial hipocresía para con la madre Patria, que tantas favores y beneficios la ha prodigado, pues con esa máscara de autonomía lo que  quieren  y  ansían  los catalanes  es únicamente  su completa separación de España, ser sólo catalanes, no españoles. Desean no sólo autonomía administrativa, sino política."
         Y terminan su escrito diciendo:
         "Antes que el Estatuto concédase la independencia completa con todas sus consecuencias  legales  activas  y  pasivas, cual si se procediese a la liquidación de una Sociedad que amigablemente se disuelve. Los catalanes ni han querido ni quieren a los demás  españoles. Tratémosles lo mismo y sin hipocresías, halagos ni eufemismos; coloquemos entre Cataluña y España una frontera arancelaria y  una  muralla como la de China, y después que cada país viva con sus propios recursos, y ahora gritemos: "¡Viva  España  una  e  indivisible  y abajo mil veces el Estatuto catalán!"

¿Quién escribió la carta o quiénes y cuántos la firmaron? son enigmas todavía sin resolver. No obstante, cualquier garcinarrero podría reconocerse en estos paisanos y en su romántico sentimental nacionalismo o patriotismo (o como lo quiera cada uno llamar) que nos une a todos los que hemos nacido en una misma tierra, independientemente de cualquier otra diferencia ideológica o de condición, por profunda que sea. Ese apasionado sentimiento, les permitió a ellos –como nos hubiera permitido a nosotros o cualquier otro nacionalista– interpretar fielmente el ideal patriótico de sus vecinos, como dicen al escribir esa carta; pero me choca que antepongan su carácter de españoles y sobre todo que ignoren por completo el de garcinarreros o el de gebelerrianos[10] o el de alcarreños. Hemos de reconocer, que al igual que nuestros conciudadanos catalanes, los garcinarreros nos sentimos muy orgullosos de nuestra tierra y sentimos esa identidad de pueblo. Pueblo el nuestro, por cierto, que es incluso mucho anterior a lo que hoy se conoce por España y cualquiera de sus históricas regiones autónomas. Además, podríamos hablar de nuestro lenguaje propio que se distingue del castellano que hablan en Madrid en muchos términos y matices que la Real Academia Española (RAE) se niega a reconocer. Por eso no entiendo que esa carta se escribiera bajo el estigma del laísmo (que aquí nunca hemos sido laístas), pudiéndola haberla escrito con las palabras propias de este pueblo; porque estemos ande estemos un garcinarrero siempre se tiene que sentir orgulloso de serlo y de hablar su propio idioma. ¡Biba Garcinarro, Biva Gebelerria, Viba la Alcarria y Viva España, si quieres; pero que se jodan mil veces la Alemania y su mercado común!

Referencias

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