sábado, 13 de abril de 2013

Bares de 1970


Un bar, en un pueblo, es para lo que es; aunque 'lo que es' un bar en Garcinarro no ha sido siempre lo mismo. En 1970, bares e iglesia eran un binomio perfecto para un día festivo. Si cada domingo por la mañana la iglesia abría sus puertas para congregar almas; al cierre de estas, alguien tenía que dar cobijo a tanto cuerpo descarriado como caballo sin montura, repudiado por la gracia de dios y con la obligación de tener que cumplir, entre otros, con el tercer mandamiento: 'santificar las fiestas'. Un mandato complicado de respetar si tenemos en cuenta que un hombre o una mujer (y más un hombre y una mujer), con tiempo y sin obligaciones, dan sobradamente para infringir con gusto alguno de los otros mandamientos, ya sea el sexto, el noveno o cualquier otro. Por eso existen los bares.

Un bar, en un pueblo, podría considerarse como una prolongación eucarística; que si la iglesia reparte la sangre y el cuerpo de Cristo, los bares dan bebidas del espíritu santo, además de otras sin alcohol para los chavales de menos de diez años. Su papel consistía en  tratar de evitar el pecado cuando más fácil sería cometerlo: los domingos y festivos.

En esos días, reunidos al término de la misa, bajaba una procesión de chicas, chicos y hombres hacia la plaza. La mayoría de las mujeres, sin embargo, no participaban en esta comitiva; pues ellas quedaban exentas de cumplir el tercer mandamiento por tener que preparar la comida. Desde la plaza, unos iban al Bar Legazpi, otros en ca' La Sevillana o en ca' Gabriel. También se daba la posibilidad de hacer cualquier ruta combinando dos o tres bares en cualquier orden hasta la hora de comer. 

Cada bar de aquellos primeros años 70, tenía 'su cosa'. Gabriel y la Tanis lo mismo te vendían una Mirinda de naranja que cuarto y mitad de escabeche, unos plátanos que arrancaban del mismo As de Bastos, o unas zapatillas deportivas de tela con puntera recubierta de goma, justo igual que las famosas Converse de ahora, salvo que el precio de entonces era razonable.

La Sevillana, además de dar nombre a un bar, era la mujer peculiar que lo regentaba. Por hacerse llamar así, casi nadie nos acordábamos de su verdadero nombre de pila: Inocenta (o quizás Inocencia). El de su marido era Pedro. Si los teleclubs de otros pueblos eran presididos por el retrato de un joven Franco, el bar de La Sevillana era contemplado por una ardilla roja de cuerpo incorrupto fruto de la taxidermia, colocada en un estante de cristal rodeada de botellas de licor. Aquella ardilla tuvo su historia determinada por una tarde de domingo; pero, ahora, eso no viene a cuento, que historias de quienes por allí pasaron habría tantas que La Sevillana bien hubiera podido ser el bar para hacer el "Cheers" español de entonces.

Del Bar Legazpi 
el de Lucio y la Sagrario hubiera dicho que estaba poseído por alguna fuerza oculta. De otro modo, no me explico que los chavales del pueblo fuéramos todos juntos a comprar una gaseosa de medio litro, pasáramos toda la tarde sentados en la barandilla de la terraza, golpeando las botellas suavemente con el tapón cerámico que llevaban engarzado, haciendo salir el gas para absorber entonces la espuma que resultaba de aquel monótono traqueteo. ¡Prodigioso! ¡Cuántos perros se libraron de ser apedreados o nidos de ser expoliados gracias a este invento de la burbuja! Posiblemente eran momentos de meditación, o quién sabe si de éxtasis; pero todo ello con el debido orden espiritual que correspondía y que avalaba la presencia de don Jesús, el cura, quien también comulgaba allí y echaba la partida cada domingo, voceando y discutiendo como el que más, aunque sin blasfemar como El Negro.

Aquí termino esta corta historia quedando muchas otras sin contar, además de un futbolín (el que acabó con la adicción al carbónico). Bares, en Garcinarro, ha habido muchos o pocos, según se mire; pero un bar siempre es un bar, salvo los tres de aquellos primeros años 70­ que, hoy por hoy, hubieran merecido una casilla al final de la declaración de la renta, junto a la de la iglesia.

1 comentario:

  1. Me gustaría saber, que no comentas nada sobre ello, cual fue la ubicación de estos tres bares. Un saludo

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